Pedro Zambrano es un alfarero profesional. «Fui fundador de la asociación Brotes de Vida. Era responsable de las personas que llegaban al centro dentro del primer mes el síndrome de abstinencia. Un momento muy crítico. Lo primero que tuve claro era que había que hacer un taller de algo. Y así comenzó todo», narra Zambrano.
Aprendió el oficio de un recluso holandés que era maestro de alfarería. «Trabajar el torno es bastante complicado, pero enseñar cómo se trabaja lo es aún más. Para eso hace falta tener muchos conocimientos. Encontré, por casualidad, a este señor en la cárcel. Buscaba un trabajo desde la cárcel para disfrutar de ciertos permisos y, como yo necesitaba aprender el oficio, le contratamos como maestro. Era un buen tipo, sin duda, al que la vida le jugó una mala pasada», subraya Pedro .
Con la base del oficio aprendido, nuestro hombre comenzó a dar sus primeros pasos como monitor de un taller de alfarería. Así fue comprobando cómo gente que estaba muy sumida en el mundo de las drogas iba evolucionando mucho mejor si entraban en contacto con el mundo del barro y la cerámica. «He trabajado en reinsercción social y he estado con gente con muchos problemas. Y si te dijera lo bueno que ha sido para muchas personas este tipo de actividades, te quedarías asombrado. Creo que es una terapia muy positiva para gente con problemas. No sólo de drogadicción, sino también para personas con problemas de depresión y dolencias psíquicas.
Por su cuenta
Ahora Pedro trabaja por su cuenta en un local que tiene al fondo de la Hijuela de Giraldino, más allá de la gasolinera del puente de Cádiz. «Intento buscarme la vida montando talleres de alfarería», comenta. Tan sólo lleva un par de meses por su cuenta y subraya que «a raíz de los buenos resultados de este viejo oficio con personas con problemas, estoy intentando llevar a cabo un proyecto de utilización de la cerámica para hacer una terapia ocupacional para enfermos depresivos».
Un interesante proyecto de este hombre que ha visto cómo el mundo del barro y el torno se convertía en lenitivo para muchas personas necesitadas de salir de sus ataduras.
Aprendió el oficio de un recluso holandés que era maestro de alfarería. «Trabajar el torno es bastante complicado, pero enseñar cómo se trabaja lo es aún más. Para eso hace falta tener muchos conocimientos. Encontré, por casualidad, a este señor en la cárcel. Buscaba un trabajo desde la cárcel para disfrutar de ciertos permisos y, como yo necesitaba aprender el oficio, le contratamos como maestro. Era un buen tipo, sin duda, al que la vida le jugó una mala pasada», subraya Pedro .
Con la base del oficio aprendido, nuestro hombre comenzó a dar sus primeros pasos como monitor de un taller de alfarería. Así fue comprobando cómo gente que estaba muy sumida en el mundo de las drogas iba evolucionando mucho mejor si entraban en contacto con el mundo del barro y la cerámica. «He trabajado en reinsercción social y he estado con gente con muchos problemas. Y si te dijera lo bueno que ha sido para muchas personas este tipo de actividades, te quedarías asombrado. Creo que es una terapia muy positiva para gente con problemas. No sólo de drogadicción, sino también para personas con problemas de depresión y dolencias psíquicas.
Por su cuenta
Ahora Pedro trabaja por su cuenta en un local que tiene al fondo de la Hijuela de Giraldino, más allá de la gasolinera del puente de Cádiz. «Intento buscarme la vida montando talleres de alfarería», comenta. Tan sólo lleva un par de meses por su cuenta y subraya que «a raíz de los buenos resultados de este viejo oficio con personas con problemas, estoy intentando llevar a cabo un proyecto de utilización de la cerámica para hacer una terapia ocupacional para enfermos depresivos».
Un interesante proyecto de este hombre que ha visto cómo el mundo del barro y el torno se convertía en lenitivo para muchas personas necesitadas de salir de sus ataduras.
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| Pedro Zambrano. |
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